Cuando pasan estas cosas una se pregunta muchas otras.
Se pregunta por qué coño siempre pasa lo mismo. Por qué las ilusiones sólo sirven para romperse y por qué los tiempos felices terminan, irremediablemente, llorando.
Me pregunto qué ha sido de ese campo de margaritas, de las siestas en el parque, del tiempo que no pasaba y de otras muchas cosas.
Me pregunto quien se divierte con todo esto, y quién sale ganando. Me pregunto cuál es el beneficio de tanto dolor, me pregunto quién se está riendo en mi cara.
Y de repente me siento estúpida, por haberlo visto venir y hacerme la ciega. Por escuchar la banda sonora del fin de la película y haberme hecho la sorda. Por sentir que todo acababa y dar la espalda. Por intentar encontrar una solución, donde no la hay, por querer poner un parche, por darlo todo, por dejarlo todo, por intentar cualquier cosa...
Y vuelvo a sentirme estúpida, porque haré todo lo posible, y lo imposible también. Porque por una vez en mi vida estoy segura de algo, y no voy a renunciar tan fácilmente. Porque soy caprichosa. Tremendamente caprichosa y estúpida.
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