Hace unos días nos mandaron un trabajo en clase sobre "el día en que estuve enfermo", menuda chorrada. Decir que no se nos ocurre nada, ni collage, ni cortometrage, ni banda sonora, nada.
Hoy estuve enferma, y ayer, y se puede decir que anteayer también. Comenzó con un malestar en la garganta, después vinieron esos goteos pegajosos por la nariz, para terminar con un dolor de cabeza insoportable.
He de admitir que tengo la manía de seguir con mi vida cuando esto ocurre, no sé si porque no soporto estar en cama, o por un deseo profundo de no reconocer que tengo que hacer un stop en mi desenfreno. Pero estoy a medio gas, dormida en clase, y drogada. Con mil martillos de fiesta en mi cabeza, congestionada, frío, calor, escalofrío. ¿A quién pretendo engañar? Me voy a la cama, con mi delfín de peluche (Se llama Flipper, encantado de conocerles) y un chocolate calentito.
Y de repente razoné el porqué de ese maldito trabajo. Quizás, en la cabecita de esos mis profesores quisieron hacernos entender que los médicos también se ponen enfermos, y también necesitan tratamiento y cama.
Hoy me di cuenta, de lo vulnerable que es el ser humano. De lo vulnerable que soy.

No hay comentarios:
Publicar un comentario