Esa sensación de no entenderte a tí mismo.
De saber que quieres algo y no tener valor. Si es que lo quieres de verdad. De pensar. De pensar demasiado. De lanzar mil monedas al aire y seguir engañándote... tan sólo era de prueba.
Ver señales, y buscarlas. Llorar y reír. Ser valiente y acobardarse en el momento clave. Decir que no con la boca y que sí con la mirada. Dejar que las cosas surjan, impedirlas. Dar dos pasos hacia delante y uno hacia atrás. Dejar que los demás se queden con algo que es tuyo. Hacer caso omiso a lo que te gritas desde adentro. Silenciar a tus entrañas. Preguntarte cosas de las cuales ya sabes la respuesta. Esperar que todo se solucione sin hacer ruido. Mirar el cartel de la derecha, el de la izquierda. Ser neutral. Creerte decidida y ser una indecisa. Pensar que las opciones estarán siempre ahí. Creer que vas a ser feliz y nunca te vas a hacer daño. Hacerse la loca. Ni comer ni dejar comer. Acaparar. Decir palabras sin sentido. Escribir en un ordenador lo que no eres capaz de decir a la cara. Vivir en la imaginación. Seguir escribiendo para no aceptar la realidad. Mierda.

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