Hoy he hecho un ejercicio muy interesante.
Debíamos adoptar una posición en el espacio, un rol. Para ello disponíamos de un tiempo de espera en el que no podíamos movernos, y un tiempo de acción para viajar, desde el otro extremo hasta nuestra posición.
Mientras el tiempo de acción fue suficiente no hubo problemas. Si tenías que escoger un camino más largo para no chocar con los compañeros lo hacías. Mantenías la calma y visualizabas cada posición en el espacio. Mirabas alrededor y, en cierto modo, también observabas cómo los demás llegaban a su destino.
Pero el tiempo de acción se redujo y no éramos capaces de ver más allá del punto al que pretendíamos llegar. Con lo que aparecieron las colisiones, los empujones, el "aparta ya" y el "yo lo he conseguido".
Qué triste.
Agilidad es la clave. Cuando dispongas de menos "tiempo de acción" debes volverte ágil. Dominar tus movimientos de forma que esquives y reacciones en un tiempo límite. Sé consciente de lo que tienes a tu alrededor, usa la perspicacia y no olvides el espacio del que dispones.
Esto fue tan sólo un ejercicio para aprender a moverse en escena, pero yo he querido llevarlo más lejos. Desgraciadamente, en nuestra realidad cotidiana pasa lo mismo. Ayudamos a los demás, preguntamos, intentamos no molestary no provocar problemas innecesarios. Pero todo cambia cuando nuestro objetivo se ve complicado: pasamos por encima de quien sea y abasallamos con todo lo que se nos ponga por delante. Nos cegamos y sólo vemos la meta. Tal vez consigas el objetivo final, llegar y adoptar tu posición, pero el ejercicio no lo habrás hecho bien. El fin no justifica los medios.
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